miércoles, 20 de enero de 2016

Y que el cambio nos pille confesados

Llevamos oyendo años el término cambio global, o globalización, nosotros podemos ir a cualquier parte del mundo en horas, y transportar cualquier cosa. Hay quién puede pensar que las especies quedan fuera de este juego, ni mucho menos. Con el proceso de globalización han entrado especies exóticas invasoras, de las que ya he hablado en entradas anteriores. Pero no es sólo esto, también podemos irnos, sin demasiada dificultad, a cazar a cualquier parte, ninguna especie se salva de nuestra escopeta. También ha llegado la contaminación, y con ella el calentamiento global, del que muchos todavía son escépticos. Aún recuerdo cierta profesora, de cuyo nombre no quiero acordarme, en el instituto como nos contaba indignada que la destrucción de la capa de ozono era un cuento, y que cada vez era más pequeña… Por desgracia los animales no son tan escépticos como nosotros, y ellos si notan sus efectos. Las cigüeñas que todos conocemos ya se dejan ver en sus nidos a principios de Enero, algunas ni migran, que necesidad tienen si no tenemos inviernos fríos, y la búsqueda de alimento no es un problema. Pero no son las únicas, algunos osos en los Pirineos se han dejado ver buscando alimento en estas fechas, tampoco hibernan. Especies africanas como el bulbul naranjero tiene sus primeras citas de cría en España (Tarifa).

Y siguen los crédulos que no se creen el efecto invernadero, lógico desde el punto de vista que nos creemos el centro de la Tierra, y hasta en el campo de la filosofía la conservación de especies no ha sido un campo tratado, hasta Aldo Leopold en  su ensayo A Sand County Almanac (1949): “hace un siglo que Darwin nos dio la primera información sobre el origen de las especies. Sabemos ahora que algo desconocido por muchas generaciones del pasado que los hombres somos compañeros de otras criaturas en la odisea de la evolución.
Triste noticia, no somos el centro de nada, y que el cambio nos pille confesados.

Fotografía de cigüeñas con pollos (Región de Babia)

Fotografía de cigüeñas con pollos (Región de Babia)







Laura Aduriz Sarabia

lunes, 4 de enero de 2016

¿Y para qué sirve?

A veces nos encontramos con esta pregunta, fruto del desconocimiento, y del punto vista más antropogénico. Y es que lamento comunicarlos que los animales no sirven o dejan de servir, no son buenos o malos. Este fácil concepto, sencillo de explicar a los niños, cuyas mentes aún no han sido colmadas de ideas en las que el ser humano como centro del universo. Se convierte en algo difícil para personas adultas, con abruptos argumentos como “sino sirve para nada, qué más dará que desaparezca”. Que idea más triste, sólo es necesario aquello que nos sirve… Sin llegar a entender que el Planeta es un ecosistema integrado, en el que cada especie juega un papel, y lo más importante que este sistema es frágil y vulnerable, cada vez que olvidamos esto contribuimos a su desequilibrio, que si nos afecta. Un ejemplo de este perjuicio sobre nosotros son los jabalíes (Sus scrofa) en los entornos urbanos de San Sebastián de los Reyes, cuya proliferación se debe, ni más ni menos, que a una alteración en la cadena trófica debida a la desaparición de su depredador natural, y no hablo del hombre, sino del lobo (Canis lupus signatus), al cual nos empeñamos en perseguir.
Fotografía de Ranita de San Antonio (Hyla molleri)

¿Y es qué el lobo es bueno o malo?
Los animales no son ni buenos ni malos, como dirá alguno de los niños a los cuales he tenido la oportunidad de explicarlos esto es NEUTRO.

Laura Aduriz Sarabia